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John G. Paton

  • John G. Paton

  • Misionero
  • (1824 - 1907)

Su historia

John Gibson Paton naci贸 el 24 de mayo de 1824 cerca de Dumfries, al sur de Escocia. Su padre era fabricante de medias; y aunque su familia no era muy afortunada con los bienes de este mundo, era devotamente religiosa. Cuando el joven John cumpli贸 cinco a帽os, la familia se mud贸 a un nuevo hogar en el antiguo pueblo de Torthorwald. Su nuevo hogar era la t铆pica caba帽a con techo de paja, de construcci贸n sencilla pero s贸lida. Era de una sola planta y estaba dividida en tres habitaciones. Una habitaci贸n del fondo serv铆a de sala de estar, la otra de tienda y la del medio, el santuario familiar. El padre se retiraba al santuario despu茅s de cada comida para orar por su familia. El propio Paton dice: 芦De vez en cuando o铆amos los ecos pat茅ticos de una voz temblorosa, implorando como si fuera por la vida; y aprendimos a entrar y salir de puntillas por aquella puerta, para no perturbar aquella santa conversaci贸n禄. 驴Es extra帽o que de esta familia surgieran tres ministros del evangelio? De ni帽o, John fue enviado a la escuela parroquial, dirigida por un hombre llamado Smith, quien, aunque muy erudito, sol铆a ser irrazonable cuando se enfurec铆a. En una ocasi贸n, su temperamento lo domin贸 y castig贸 injustamente a Paton, quien huy贸 a casa. Al regresar a instancias de su madre, sufri贸 nuevos abusos y abandon贸 la escuela para no volver jam谩s. Empez贸 entonces a aprender el oficio de su padre, esforz谩ndose al mismo tiempo por continuar sus estudios. El trabajo era duro, y trabajaba desde las seis de la ma帽ana hasta las diez de la noche. En esa 茅poca aprendi贸 mucho en mec谩nica, lo que le fue 煤til m谩s adelante en el campo misionero. Ahorr贸 suficiente dinero de su salario para poder asistir a la Academia Dumfries durante seis semanas. Gracias a su ferviente esfuerzo por continuar sus estudios desde que dej贸 la escuela parroquial, de joven logr贸 obtener un puesto como visitador de distrito y distribuidor de folletos de la Iglesia Presbiteriana Reformada de West Campbell Street en Glasgow, con el privilegio de asistir al Seminario Normal de la Iglesia Libre. Hab铆a dos solicitantes para el puesto; y como los administradores no se decid铆an entre ellos, les ofrecieron trabajar juntos y dividir el salario, que era de 50 libras al a帽o. La salud de Paton le fall贸 y regres贸 a casa. Tras recuperarse por completo, regres贸 a Glasgow, donde tuvo una dura lucha contra la pobreza. En una ocasi贸n, al no tener dinero, consigui贸 una plaza como profesor en la Escuela Libre Mary Hill. Esta escuela ten铆a mala reputaci贸n, ya que muchos profesores se vieron obligados a abandonarla por problemas con los alumnos. Paton, gracias a su generosidad, logr贸 hacerse amigo de todos los alumnos; y cuando finalmente se march贸, la escuela se encontraba en una situaci贸n m谩s pr贸spera que nunca. Tras dejar la escuela, acept贸 un puesto como obrero en la misi贸n de la ciudad de Glasgow. En esta obra tuvo un 茅xito notable. Durante diez a帽os se dedic贸 a estas labores, manteniendo el estudio de la teolog铆a constantemente. Luego, al enterarse de que se necesitaba un ayudante para unirse al reverendo John Inglis en las Nuevas H茅bridas, se ofreci贸 y fue aceptado. Esta decisi贸n desagrad贸 a muchos, quienes insist铆an en que ya hab铆a suficientes paganos en casa; pero, como dice Paton, quienes hablaban as铆 invariablemente descuidaban a los propios paganos locales. El 16 de abril de 1858, el Sr. y la Sra. Paton zarparon de Escocia en el Clutha con destino a las Nuevas H茅bridas. Hicieron escala unos d铆as en Melbourne, y desde all铆 navegaron hacia Aneityum, la m谩s meridional de las Nuevas H茅bridas. En doce d铆as llegaron a Aneityum; pero el capit谩n, un hombre profano y de coraz贸n duro, se neg贸 a desembarcarlos, y el desembarco se realiz贸 con gran dificultad, con la ayuda del Dr. Geddie, en barcos misioneros. Decidieron establecerse en la costa este de Tanna, una peque帽a isla a pocas millas al norte de Aneityum, habitada por feroces salvajes. El Sr. y la Sra. Mathieson, colaboradores suyos, se establecieron en la costa noroeste de la misma isla. Los nativos de Tanna estaban sumidos en las profundidades del paganismo, viviendo sin m谩s protecci贸n que un delantal y pintura, sin tener idea del bien y del mal, adorando y temiendo a numerosos dioses, viviendo en un temor constante a los esp铆ritus malignos, luchando constantemente entre ellos y comiendo siempre los cuerpos de los ca铆dos. Tales eran las criaturas a quienes Paton y su esposa esperaban llevar al conocimiento del evangelio. Desembarcaron en Tanna el 5 de noviembre de 1858. El 15 de febrero de 1859, naci贸 un hijo. A partir de entonces, la salud de la Sra. Paton fue muy fr谩gil, y el 3 de marzo falleci贸 deUn repentino ataque de neumon铆a. Sin ayuda y solo, el afligido esposo enterr贸 a su amada esposa. Sobre su cuerpo coloc贸 un mont铆culo de piedras, haci茅ndolo lo m谩s atractivo posible, y luego, con gran pesar, se dedic贸 a su trabajo. Poco despu茅s, el ni帽o sigui贸 a la madre. Estas dos penas fueron un golpe terrible para Paton, quien por un tiempo estuvo postrado. Sin embargo, se recuper贸 y comenz贸 a trabajar con ah铆nco y constancia para ilustrar a aquellos pobres salvajes que en cada ocasi贸n lo robaban y maltrataban. El Sr. Paton, escribiendo sobre este per铆odo, dice: 芦Al contemplar a estos nativos en su desnudez, miseria y desnudez, mi coraz贸n se llen贸 tanto de horror como de compasi贸n. 驴Hab铆a abandonado mi amado trabajo y a mi querida gente de Glasgow, con tantos compa帽eros encantadores, para consagrar mi vida a estas criaturas degradadas? 驴Era posible ense帽arles el bien y el mal, cristianizarlos o incluso civilizarlos? Pero eso fue solo una sensaci贸n pasajera. Pronto me interes茅 tanto por ellos y por todo lo que tend铆a a su progreso y a guiarlos al conocimiento de Jes煤s, como nunca antes en mi trabajo en Glasgow禄. La mayor oposici贸n a su obra la ocasionaron los comerciantes imp铆os de la isla, quienes causaron m谩s problemas que los propios nativos. A estos comerciantes no les agradaba la idea de que se les ense帽ara el evangelio a los nativos, pues tem铆an perder su influencia sobre ellos. Incitaron a las diferentes tribus a luchar entre s铆 y luego vendieron armas a los contendientes. Incitaron a los misioneros a la resentimiento e instaron a los nativos a matarlos o expulsarlos. Desde que desembarc贸 hasta que abandon贸 Tanna, Paton estuvo en constante peligro de muerte. Bandas armadas acud铆an a su casa una y otra vez por la noche para matarlo. 脡l mismo afirm贸 haber sabido de cincuenta ocasiones en las que su vida estuvo en peligro inminente, y su escape se debi贸 煤nicamente a la gracia de Dios. Solo una vez recurri贸 a la fuerza, o m谩s bien a la apariencia de fuerza. Un can铆bal entr贸 en su casa y lo habr铆a matado de no ser porque sac贸 una pistola descargada, al verla, el cobarde huy贸. La hostilidad hacia 茅l se volvi贸 tan grande que finalmente se vio obligado a abandonar su casa y refugiarse en la aldea de un jefe amigo llamado Nowar. All铆 se prepar贸 para abandonar esa parte de la isla y navegar alrededor del puesto del Sr. Mathieson. Consigui贸 una canoa, pero al intentar botarla al agua, descubri贸 que no hab铆a remos. Despu茅s de conseguirlos, el jefe Arkurat se neg贸 a dejarlo ir. Tras convencer al vacilante salvaje, finalmente zarp贸 con sus tres ayudantes nativos y un ni帽o. Sin embargo, el viento y las olas los obligaron a regresar, y tras cinco horas de duro remo, regresaron al lugar que hab铆an dejado. La 煤nica opci贸n era caminar por tierra. Consigui贸 que un nativo amistoso le mostrara el camino y, tras escapar milagrosamente de la muerte en el camino, lleg贸 a casa del Sr. Mathieson. All铆 segu铆an siendo perseguidos. En un momento dado, los edificios de la misi贸n se incendiaron, pero un tornado repentino extingui贸 las llamas. Al d铆a siguiente, lleg贸 el barco enviado a rescatarlos y embarcaron. As铆, Paton tuvo que abandonar su trabajo en Tanna, despu茅s de trabajar all铆 durante m谩s de tres a帽os. Durante un tiempo, busc贸 el descanso y el cambio que necesitaba en Australia, donde present贸 la causa de las misiones a las iglesias. En numerosas ocasiones entr贸 en contacto con los abor铆genes de ese continente, y en cada ocasi贸n demostr贸 su amor por la obra misionera. En una ocasi贸n, cuando una multitud de salvajes, enloquecidos por el ron, se peleaba entre ellos, y con su persuasi贸n silenciosa y persistente, logr贸 que todos se tumbaran y durmieran para aliviar los efectos del alcohol. Desde Australia, Paton fue a Escocia. Viaj贸 por todo el pa铆s, hablando en nombre de la misi贸n. Durante su estancia en Escocia, se cas贸 con Margaret Whitecross, una mujer id贸nea para ser la esposa y ayudante de un hombre as铆. Tras dejar Escocia a finales de 1864, llegaron a las Nuevas H茅bridas a principios de 1865. En 1866 se establecieron en Aniwa, una isla cerca de Tanna. El anciano jefe tann茅s, Nowar, quien siempre hab铆a sido amigo de Paton, estaba muy interesado en que se estableciera en Tanna. Viendo que esto era imposible, Nowar tom贸 de su brazo las conchas blancas, insignias de la jefatura, y at谩ndolas al brazo de un jefe de Aniwan que estaba de visita, dijo: "Con estas prometes proteger a mi misionero, a su esposa y a su hijo en Aniwa. Que ning煤n mal les suceda, o con esta promesa yo...y mi gente lo vengar谩." Este acto del anciano jefe contribuy贸 en gran medida a la seguridad futura de Paton y su familia. Aniwa es una isla peque帽a, de solo nueve millas de largo por tres y media de ancho. Hay escasez de lluvia, pero el abundante roc铆o y la atm贸sfera h煤meda mantienen la tierra cubierta de verdor. Los nativos eran como los de Tanna, aunque hablaban un idioma diferente. Fueron bien recibidos por los nativos, quienes los escoltaron a su morada temporal y los observaron mientras com铆an. La primera tarea fue construir una casa. Se compr贸 un terreno elevado, donde luego se supo que todos los huesos y desechos del fest铆n can铆bal de Aniwa, durante a帽os, hab铆an sido enterrados. Los nativos probablemente pensaron que, al perturbarlos, el misionero y sus ayudantes caer铆an muertos. Al construir la casa, ocurri贸 un incidente que posteriormente result贸 de gran beneficio para Paton. Un d铆a, necesitando clavos y herramientas, tom贸 una astilla y escribi贸 algunas palabras en ella. Se la entreg贸 a un anciano jefe y le dijo que la tomara. A la Sra. Paton. Cuando el jefe la vio mirar el chip y luego conseguir lo necesario, se llen贸 de asombro. Desde entonces, se interes贸 mucho en la obra de la misi贸n, y cuando se traduc铆a la Biblia al idioma aniwa, prest贸 una ayuda inestimable. Otro jefe, con sus dos hijos, visit贸 la casa de la misi贸n y se mostr贸 muy interesado; pero al regresar a casa, uno de sus hijos enferm贸 gravemente. Por supuesto, crey贸 que el misionero era el culpable y amenaz贸 con matarlo; pero cuando, con la medicina adecuada, Paton recuper贸 la salud del ni帽o, el jefe se fue al extremo opuesto y desde entonces fue un ayudante muy devoto. El primer converso en Aniwa fue el jefe Mamokei. A menudo ven铆a a tomar el t茅 con la familia misionera, y despu茅s trajo consigo al jefe Naswai y a su esposa; y los tres se convirtieron pronto. Mamokei trajo a su peque帽a hija para que la educaran en la misi贸n. Muchos ni帽os hu茅rfanos tambi茅n fueron puestos bajo su cuidado, y a menudo estos ni帽os les advert铆an de conspiraciones contra sus vidas. Al principio del trabajo en Aniwa, ocurri贸 un incidente tan divertido como rom谩ntico. Un joven Aniwan estaba enamorado de una joven viuda que viv铆a en una aldea isle帽a. Desafortunadamente, hab铆a otros treinta j贸venes pretendientes; y como quien se casara con ella probablemente ser铆a asesinado por los dem谩s, ninguno se atrevi贸 a aventurarse. Tras consultar con Paton, el joven fue a su aldea por la noche y se escabull贸 con ella. Los dem谩s estaban furiosos, pero Paton los tranquiliz贸, haci茅ndoles creer que no val铆a la pena preocuparse por ella. Transcurridas tres semanas, el joven sali贸 de su escondite y pidi贸 permiso para llevarla a la casa de la misi贸n, lo cual le fue concedido. Al d铆a siguiente, apareci贸 a tiempo para los servicios. Como la caracter铆stica distintiva de un cristiano en Aniwa es que viste m谩s ropa que el nativo pagano, y como esta joven deseaba mostrar claramente hacia d贸nde se extend铆an sus simpat铆as, apareci贸 en escena vestida con una variedad y abundancia de ropa dif铆cil de igualar. Era mayoritariamente europea, al menos. Con su falda de hierba nativa, llevaba un abrigo de hombre de color pardo, que le ca铆a sobre los talones. Sobre este llevaba un chaleco, y en la cabeza un pantal贸n, con una pernera colgando sobre cada hombro. En un hombro, tambi茅n llevaba una camisa roja, en el otro una a rayas; y, por 煤ltimo, una camisa roja se enrollaba alrededor de su cabeza a modo de turbante. Se podr铆an contar muchas historias que ilustran los resultados de los primeros esfuerzos del misionero, pero pasemos a la de la excavaci贸n del pozo. Como ya se ha dicho, llueve poco en Aniwa. El jugo del coco es ampliamente utilizado por los nativos como agua potable. Paton decidi贸 cavar un pozo, para gran asombro de los nativos, quienes, cuando les explic贸 su plan, lo creyeron loco. Empez贸 a cavar; y el amable y anciano jefe mantuvo hombres cerca de 茅l todo el tiempo, por temor a que se quitara la vida, pues cre铆an que seguramente se hab铆a vuelto loco. Consigui贸 que algunos nativos lo ayudaran, pag谩ndoles. en anzuelos; pero al alcanzar los doce pies de profundidad, los lados de la excavaci贸n se derrumbaron, y desde entonces ning煤n nativo quiso entrar. Paton construy贸 entonces una torre de perforaci贸n; y finalmente accedieron a ayudarle a sacar los cubos cargados mientras cavaba. D铆a tras d铆a trabaj贸 arduamente hasta que el agujero alcanz贸 los nueve metros de profundidad. A煤n no hab铆a agua.Ese d铆a le dijo al anciano jefe: 芦Creo que Jehov谩 Dios nos dar谩 agua ma帽ana de ese agujero禄. Pero el jefe dijo que esperaban verlo caer al mar. A la ma帽ana siguiente, cav贸 un peque帽o agujero en el fondo del pozo, del cual brot贸 un chorro de agua. Llen贸 la jarra con agua y la pas贸 a los nativos, dici茅ndoles que la examinaran y la probaran. Estaban tan asombrados que nadie se atrevi贸 a asomarse al pozo. Finalmente, formaron una fila, tomados de la mano, y primero uno mir贸, luego el siguiente, etc., hasta que todos vieron el agua del pozo. Cuando les dijeron que todos pod铆an usar el agua del pozo, el anciano jefe exclam贸: 芦Missi, 驴qu茅 podemos hacer para ayudarla ahora?禄. Les indic贸 que trajeran roca de coral para revestir el pozo, lo cual hicieron con entusiasmo. Ese fue el comienzo de una nueva era en Aniwa. El domingo siguiente, el jefe predic贸 un serm贸n sobre el pozo. En los d铆as siguientes, multitudes de nativos llevaron sus 铆dolos a la misi贸n, donde fueron destruidos. A partir de entonces, el cristianismo se afianz贸 en la isla. En 1869 se celebr贸 la primera comuni贸n, y doce de los veinte solicitantes fueron admitidos en la iglesia. Al hablar de sus emociones durante la primera comuni贸n, Paton dice: 芦Nunca experimentar茅 una dicha m谩s profunda hasta que contemple el rostro glorificado del mism铆simo Jes煤s禄. En 1884 regres贸 a Escocia, con el objetivo principal de conseguir 6.000 libras para un barco misionero. Se dirigi贸 a diversas asambleas y logr贸 reunir no solo las 6.000 libras requeridas, sino tambi茅n 3.000. Regres贸 a Aniwa en 1886 y continu贸 su obra. Recientemente visit贸 Inglaterra y Estados Unidos. Ahora est谩 de vuelta en Aniwa; Aniwa ya no es una isla salvaje, sino, por la gracia de Dios, una tierra cristiana. All铆 espera permanecer hasta ser llamado a recibir su recompensa ante el trono celestial. En este bosquejo se ha intentado solo ofrecer un breve relato de la obra de este gran misionero. No se puede dar una idea adecuada de su celo incansable, su olvido de s铆 mismo y su sencilla fe en Dios. Es probable que nadie que haya visitado Am茅rica en beneficio de las misiones extranjeras haya dejado una huella tan profunda de los triunfos del evangelio entre pueblos depravados y degradados como el eminente h茅roe misionero John G. Paton. De Grandes Misioneros de la Iglesia, de Charles Creegan y Josephine Goodnow. Nueva York: Thomas Y. Crowell, 漏1895. 

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