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Augustine of Hippo

  • Augustine of Hippo

  • Filósofo
  • (354 - 430)

Su historia

Nacido en el año 354 d. C. en la ciudad norteafricana de Tagaste, de madre cristiana y padre pagano, Agustín comenzó su carrera como profesor pagano de retórica en Cartago, entre otros lugares. En busca de mejores estudiantes, Agustín viajó a Roma en el año 383, asumiendo un considerable riesgo personal, pero se decepcionó al descubrir que sus nuevos alumnos carecían de la virtud que él consideraba requisito indispensable para una educación adecuada. Al no conseguir estudiantes satisfactorios, Agustín se trasladó de nuevo, esta vez a Milán, donde aceptó un puesto como profesor de retórica. Fue en Milán donde Agustín se dedicó seriamente al estudio del neoplatonismo, aunque desde muy joven había mostrado afición por la filosofía clásica, en particular por las obras de Virgilio y Cicerón. En el neoplatonismo, el aún joven Agustín creía, con gran confianza y entusiasmo, haber encontrado una escuela académica capaz de unir las enseñanzas del cristianismo con las de la filosofía griega y romana. Poco después, Agustín se convirtió al cristianismo y, al regresar al norte de África, aceptó el cargo de obispo de Hipona en 396, cargo que conservaría durante el resto de su vida. Podría decirse que fue su encuentro con el neoplatonismo lo que llevó a Agustín a reconocer las enseñanzas de la Iglesia como una fuente de conocimiento intelectual similar a la de la filosofía clásica. Un relato autobiográfico de su conversión religiosa es el tema de las Confesiones de Agustín, que se encuentran entre sus obras más famosas e influyentes. Tras ascender al cargo de obispo, Agustín se sumergió cada vez más en la rutina diaria de la vida monástica y se vio envuelto en las controversias escolásticas internas que enfrentaba la Iglesia, en particular las que involucraban a los donatistas y pelagianos. Gracias a su considerable intelecto y habilidad retórica, Agustín se convirtió en un defensor particularmente hábil y persuasivo del cristianismo frente a críticos provenientes de múltiples frentes. Al mismo tiempo, Agustín parece haberse vuelto cada vez más escéptico respecto a su opinión juvenil de que el cristianismo y la filosofía clásica podían reconciliarse fácilmente mediante el neoplatonismo. Aunque la obra de Agustín, De Civitate Dei (La Ciudad de Dios), contiene considerables elogios a la filosofía platónica y a sus herederos intelectuales, en ella son más evidentes las principales diferencias entre la tradición platónica y muchas de las enseñanzas de la Iglesia, con Agustín, como era de esperar, apoyando a esta última. En su vida personal, se describe a Agustín como una persona que vivió una vida de trabajo incansable y una rigurosa negación de los placeres terrenales. Agustín dedicó sus últimos días a la oración y al arrepentimiento mientras luchaba contra la enfermedad y observaba cómo su hogar, Hipona, era asediado por los invasores germánicos. Poco después de su muerte en el año 430, la ciudad fue incendiada por sus atacantes, quienes, sin embargo, dejaron intacta la biblioteca de Agustín. Posteriormente, fue canonizado y nombrado Doctor de la Iglesia en 1298. Continúa siendo el santo patrón de impresores, cerveceros y teólogos. 

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