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Listos para comprometerse, lentos para comparar: una receta para una verdadera comunidad

Listos para comprometerse, lentos para comparar: una receta para una verdadera comunidad Hace meses, una joven pareja visitó nuestra iglesia y los invitamos a almorzar en casa. Mientras comíamos y conversábamos mientras compartíamos pastel de carne y puré de papas, la joven me acribilló a preguntas. "¿Cómo es la comunidad en tu iglesia?", "¿Cuántas personas están en relaciones de discipulado?". Entre preguntas, nos hizo una reseña elogiosa de la iglesia de la que habían formado parte en otro estado.

Sentí que mis expectativas aumentaban cuando compartió sobre su estrecha relación con la esposa del pastor, que vivía en el apartamento de arriba, y cómo visitaba a su familia a cualquier hora del día. Empezaba a sentir que me estaban ofreciendo una descripción de trabajo y que nuestra iglesia estaba siendo evaluada para ver si cumplíamos con los requisitos.

Estoy agradecido de que esta pareja haya tenido una experiencia tan maravillosa en su antigua iglesia, pero no pude evitar preguntarme lo útil que fue comparar todo con su experiencia previa. Sí, aprendemos de nuestro pasado y somos bendecidos cuando tenemos grandes modelos, pero ¿es útil comparar comunidades de fe y asumir que una es el modelo ideal y todas las demás deberían esforzarse por parecerse?

“Las relaciones se profundizan y crecen solo cuando estamos dispuestos a dedicar tiempo y energía a fomentarlas.”

Comunidad sin compromiso

Nunca experimentaremos una verdadera comunidad sin un compromiso firme y sacrificado con un grupo local de creyentes.

Comunidad sin responsabilidad

Cuando otro miembro del cuerpo tiene el valor de confrontar nuestra inconsistencia o pedirnos cuentas en una lucha que enfrentamos, debemos pedirle a Dios que nos dé la gracia para recibir sus palabras con humildad y mansedumbre. Nuestro propio orgullo puede tentarnos a rodearnos de personas que afirmarán nuestras palabras y acciones, en lugar de desafiarnos cuando nos volvamos por el camino equivocado.

Existe la tentación de excluir a las personas que nos dicen la verdad evitando comunicarnos con ellas: eliminándolas de amigos en Facebook, haciéndonos a un lado cuando las vemos en la iglesia o, convenientemente, nunca encontrando tiempo para tomar un café con ellas. Pero nos estamos perdiendo lo que podría ser un medio fundamental de santificación en nuestras vidas cuando nos negamos a Ser responsables ante nuestra comunidad de fe.

No hay comunidad perfecta

La verdadera comunidad se establece mediante la fidelidad, el compromiso y la humildad para compartir las dificultades y recibir consejo. Honras a Dios cuando te comprometes con los santos y los pecadores que él ha puesto en tu familia eclesial.

“Algún día veremos a Jesús juntos, pero solo lo lograremos si nos animamos mutuamente a aferrarnos a él hoy.”

Necesitamos comunidad. Necesitamos a nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Por imperfecta que sea nuestra iglesia, necesitamos que nuestra familia nos guíe hacia el evangelio. Algún día veremos a Jesús juntos, pero solo lo lograremos si nos animamos mutuamente a aferrarnos a él hoy.

Stacy Reaoch

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